A partir de esta investigación, se abre una puerta para explorar herramientas contra el cáncer.
El Aspergillus flavus es un hongo conocido por su toxicidad y su fama siniestra: fue hallado en tumbas antiguas y vinculado a muertes misteriosas. Tras la apertura de la tumba del faraón Tutankamón en los años 20, varios miembros del equipo arqueológico murieron repentinamente. Décadas después, una hipótesis médica relacionó esas muertes con la exposición a esporas fúngicas, latentes por siglos.
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"Los hongos nos dieron la penicilina. Ahora estos nuevos resultados nos demuestran que aún quedan por descubrir muchos más medicamentos derivados de productos naturales", afirmó Gao, autora principal del estudio publicado en la revista Nature Chemical Biology.
El descubrimiento se centra en una clase poco común de compuestos llamados péptidos sintetizados por ribosomas y modificados (RiPP, por sus siglas en inglés). Aunque se han identificado miles en bacterias, en los hongos su detección ha sido escasa.
Para encontrarlos, el equipo analizó genéticamente diversas cepas del hongo Aspergillus, identificando en el A. flavus una proteína clave para la producción de RiPP. Al desactivar los genes que originaban esa proteína, los marcadores químicos también desaparecieron, confirmando la fuente.
Tras purificar cuatro RiPP distintos, los investigadores identificaron una estructura de anillos entrelazados que denominaron asperigimicinas. Algunas variantes demostraron tener efectos potentes sobre células leucémicas humanas, incluso sin modificaciones adicionales.
Una de las versiones más prometedoras fue modificada con un lípido presente en la jalea real -la misma sustancia que alimenta a las abejas reinas- y mostró una eficacia comparable a la citarabina y la daunorrubicina, fármacos ampliamente utilizados en tratamientos contra la leucemia.
Las asperigimicinas parecen actuar bloqueando la formación de microtúbulos, estructuras esenciales para que las células se dividan. Al interferir con ese proceso, se frena la proliferación descontrolada típica del cáncer.
Lo más destacable es que estos compuestos no afectaron otras células como las del cáncer de mama, hígado o pulmón, ni microorganismos como bacterias u hongos. Esta especificidad es clave para el desarrollo de tratamientos que ataquen el cáncer sin dañar células sanas. En resumen:
El estudio también detectó que otros hongos podrían contener grupos similares de genes capaces de producir RiPP, lo que abre la posibilidad de descubrir nuevos medicamentos naturales aún ocultos en el reino fúngico.