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Adrián Chino Yacopini: El alma de un territorio llamado esfuerzo

Adrián "Chino" Yacopini es mucho más que un exitoso empresario del rubro automotor en Mendoza: es un hombre de valores, impulsado por el esfuerzo, la pasión y el compromiso con su gente. Al frente de Territorio Yacopini, que nuclea concesionarias de marcas líderes como Volkswagen, Chevrolet, Nissan, BAIC y Ducati, ha sabido liderar con humildad, apoyado en su familia, su padre Arturo, su socio estratégico Sergio Montanaro y un equipo humano de excelencia.

Sabado, 14 de Junio de 2025

Adrián "Chino" Yacopini no necesita presentación en Mendoza. Empresario, deportista, referente del sector automotor y, sobre todo, una persona de bien. Su nombre es sinónimo de empuje, liderazgo y compromiso, pero también de humildad, calidez humana y valores familiares inquebrantables. En cada logro empresarial, en cada avance de Territorio Yacopini -el conglomerado que reúne a los concesionarios oficiales Volkswagen, Chevrolet, Nissan, BAIC y Ducati- hay algo más que gestión: hay una historia de vida que se construyó sobre la base del esfuerzo, la pasión y el trabajo en equipo.

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Desde sus primeros pasos vendiendo baterías hasta convertirse en uno de los empresarios más reconocidos del país, Yacopini fue trazando su camino sin perder nunca de vista aquello que lo define: ayudar. "El éxito verdadero no es solo el que se mide en números, sino en la cantidad de personas a las que podés dar trabajo, contener, acompañar", repite a menudo. Esa filosofía humanista no solo se siente dentro de sus empresas, sino que se ve reflejada en su vida cotidiana, donde el afecto y el respeto son moneda corriente.


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Sergio Montanaro y el Chino

Familia y valores: el verdadero motor

Detrás del "Chino" hay una estructura afectiva que sostiene y potencia. Su padre, Arturo Yacopini, fue quien le transmitió la cultura del trabajo desde muy joven. "Yo aprendí al lado de mi viejo, observando cómo resolvía problemas con honestidad y sin atropellar a nadie", recuerda con gratitud. Esa herencia emocional y moral la proyecta hoy junto a su esposa, Paola, y sus cuatro hijos, quienes lo acompañan en cada desafío, ya sea en lo empresarial o en lo deportivo.

El gerente general del grupo, Sergio Montanaro, es otro pilar clave. Amigo, socio estratégico y confidente, Montanaro forma parte de esa red de confianza que Chino ha sabido construir con inteligencia emocional y visión a largo plazo. "No hay éxito individual que valga si no se sostiene en un equipo", asegura.

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La pasión por los motores

La adrenalina que corre por sus venas no es solo empresarial. Yacopini ha sido piloto de Rally Dakar, donde dejó en claro que la tenacidad también se vive fuera del escritorio. "Correr el Dakar es como emprender: nunca sabés con qué te vas a encontrar, pero si estás bien preparado, lo podés atravesar", suele decir. Esa analogía entre deporte y empresa no es forzada, porque en su vida ambas dimensiones conviven con naturalidad.

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Reconocimientos que hablan

Diez veces distinguido por General Motors con el premio Club del Presidente, el galardón más prestigioso de la automotriz en Sudamérica, Chino sabe que esos reconocimientos tienen más valor cuando se logran de manera colectiva. "Es fruto del trabajo incansable de todo nuestro equipo, de gente que pone el alma cada día", dice con la misma humildad con la que celebra cada meta alcanzada.

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Su capacidad de innovar, de adaptarse a contextos adversos y de apostar siempre por más lo llevó a expandirse no solo en Mendoza, sino también en San Juan, donde abrirá un concesionario multimarcas. Incluso durante los años más duros de la pandemia, mantuvo su vocación por generar empleo y dar certezas en un país marcado por la incertidumbre.

Mendoza, el lugar donde todo comenzó

Chino ama Mendoza. La provincia no es solo el epicentro de sus negocios, sino también su hogar emocional. "El mendocino tiene algo que admiro profundamente: el empuje, las ganas de salir adelante. Eso me inspira", afirma. Cree firmemente en el potencial de su tierra y en la necesidad de seguir trabajando para fortalecer sus industrias, en especial el turismo y la vitivinicultura, sectores que -según él- deben ir de la mano con el desarrollo empresarial.

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Un hotel que lleva un nombre que emociona


El empresario Adrián "Chino" Yacopini trabaja desde hace tiempo en un hotel que se ubica en La Carrera (Tupungato), sobre un camino de montaña donde alguna vez se asentaron los jesuitas. El proyecto se llama Chiara Lodge y -según su mentor- "es uno de los sitios más cercanos al cielo".

No lo dice porque sí: detrás del proyecto hay una historia, una marca en su vida. Chiara es el nombre de una hija del "Chino" que falleció hace algunos años, y como un acto de amor él buscó ubicarse en un entorno que la conecte con ella y con esas sensaciones que no siempre abundan en la ciudad.

"Yo era nuevo en esta área. Pero Ricardo Palma y su familia me invitaron a la Cresta de los Bayos y me enamoré del paisaje y de su fuerza, por lo que terminé comprando cinco lotes a 2180 metros sobre el nivel del mar", relata el emprendedor mendocino.

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Adrian y su familia en Chiara Lodge

La verdad es que Chiara Lodge está pensado para ofrecer una vista en 360 grados del Valle de La Carrera; o sea que no tengo "un" lugar. Lo que me enamoró es todo el entorno. Siempre he sentido que la provincia no tiene nada que envidiarle a otros lugares del mundo. Estamos a ese nivel.

El legado del bicicletero

Cuando recuerda que todo comenzó con su padre, ayudante de bicicletero, se le ilumina la mirada. No hay falsa modestia en ese recuerdo, sino orgullo sincero. El legado no es una carga, es una bandera. Yacopini no construyó un imperio: forjó un territorio. Un espacio donde el trabajo se respeta, la familia se honra y los sueños se persiguen con constancia.

"Creo que la clave del éxito es no cansarse. Porque si no te rendís, el éxito llega", repite como un mantra que lo guía tanto en los negocios como en la vida.

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Hoy, Adrián "Chino" Yacopini es mucho más que un empresario: es un referente de Mendoza, un símbolo de superación, y, sobre todo, un hombre que no pierde la sensibilidad ni el sentido de comunidad, incluso cuando los focos apuntan directamente a él. Porque si hay algo que el Chino entiende mejor que nadie, es que la verdadera grandeza no se mide por lo que uno logra, sino por lo que logra inspirar en los demás.