El ingeniero agrónomo Guillermo Anzorena explicó cómo los han intentando combatir sin éxito. Los árboles en el parque ícono de Mendoza deberán ser reemplazados
Anzorena explicó que "se plantaron muchos olmos bola, una especie fantástica por su forma y su resistencia inicial al clima mendocino. Pero al no ser nativa, aquí no tiene enemigos naturales que controlen sus plagas".
El principal problema es el ciclo de vida del insecto: conviven huevos, larvas y adultos al mismo tiempo, lo que obliga a utilizar distintos productos y a realizar varias aplicaciones por año. La tarea es ardua y debe coordinarse con precisión.
"Empezamos a fines de agosto con aceite mineral e insecticida. Cuando llega el calor, se intensifica el daño larval. Lo que hacen las larvas es comerse el mesófilo de la hoja y dejan solo las nervaduras y la piel, como si le sacaran el relleno a un sánguche", graficó el técnico. Eso impide que el árbol haga fotosíntesis y lo debilita progresivamente.
Las pulverizaciones, que antes eran ocasionales por falta de presupuesto, ahora se hacen de manera sistemática, aunque con restricciones. "En diciembre y enero paramos porque con 40 grados no se puede pulverizar, los productos se evaporan enseguida. Y lo hacemos de noche, porque si ponemos cintas durante el día, igual las cruzan y se exponen", contó el profesional.
El cambio climático también juega en contra. "Antes, los inviernos crudos mataban a la plaga. Pero ahora tenemos vuelos de adultos en pleno julio. Eso demuestra que ya se adaptaron a nuestro clima", afirmó el ingeniero agrónomo.
Aunque se han intentado otras técnicas como la endoterapia -inyecciones al tronco-, los resultados no fueron alentadores. Y el ciclo de reproducción del olmo complica todo aún más. "Sus semillas, las sámaras, germinan en los lugares más insólitos. Tenemos olmos creciendo en los bosques, donde no podemos fumigar porque afectamos a la fauna. Entonces, por más que controlemos en la ciudad, la plaga vuelve desde esos focos", añadió.
Si bien algunas especies como el aguaribay han respondido bien a los tratamientos contra sus propias plagas, el olmo representa un problema mucho más complejo. Por eso, algunos técnicos ya plantean la necesidad de retirarlos.
"Se había pedido la erradicación de los olmos del Rosedal, pero no se aprobó por ser árboles patrimoniales. Aun así, sabemos que es una especie que ya no podemos sostener en el parque San Martín. Hay ejemplares que no están secos del todo, pero tienen ramas muertas, ahuecadas, que debemos podar. Y eso debilita aún más su estructura", concluyó. DIARIO UNO