De su pasión por las naves espaciales a trabajar en "El Eternauta". Mauricio Mansilla habló con Sitio Andino sobre cómo fue participar en el aclamado proyecto.
Por insistencia, perseverancia y "esas cosas de la vida", Mauricio se vio inmerso en un proyecto tan ambicioso como argento. Nacido en la Ciudad de Mendoza en 1970, el especialista en efectos visuales pasó gran parte de su infancia en Godoy Cruz, específicamente en Villa Hipódromo. En esa localidad, su pasión se fue gestando entre las cámaras de su padre y las tardes de películas donde supo funcionar el excine-teatro Sportman.
"El tema del cine viene por el lado de una curiosidad personal. Cuando era chico me encantaba indagar cosas mecánicas; me gustaba la fantasía, las naves espaciales y la aeronáutica", recuerda. Por ello -y al igual que muchos chicos- desde muy temprana edad su admiración por el cielo, el espacio y lo desconocido se tradujo en las ansias de ser astronauta. "Creo que sin querer lo logré porque ando bastante en la luna todo el día", cuenta a SITIO ANDINO entre risas.
Así, el mendocino desarrolló un gran interés por la fotografía, en parte heredado de su padre, quien ejercía la profesión y facilitó el acceso de "Mauri" a cámaras y lentes. Por otro lado, su madre fue quien terminó por darle un determinante empujón que, hoy en día, es otro de los tantos motivos por los que diferentes medios, amigos y colegas quieren curiosear con él sobre Juan Salvo.
"Yo iba a hacer un curso de paracaidismo en la adolescencia. Ante su miedo de que sucediera algo, me ofreció un cambio: hacer cursos de cine para canalizar un poco la gustada con las naves espaciales y darle un poco por el tema del vuelo entre la mecánica y la fantasía", explica.
"Si bien en ese momento [mis intereses] parecían cosas desconexas, con el tiempo te das cuenta de que todo se ha ido acomodando de alguna u otra manera". "Si bien en ese momento [mis intereses] parecían cosas desconexas, con el tiempo te das cuenta de que todo se ha ido acomodando de alguna u otra manera".
De esta forma, Mauricio comenzó a hacer diversos cursos y, tras pasar por varias materias de la UNCuyo y darse cuenta de que eso no era lo que buscaba, finalmente decidió ingresar a la Escuela de Cine. "Ahí me empecé a enamorar de las computadoras. Por accidente cayó un programa de 3D en mis manos y en un momento me di cuenta de que lo que estaba aprendiendo en cine, lo podía volcar en imágenes 3D", revela.
Casi hacia el final de la carrera, Mauricio tuvo una idea que dio otro giro clave en su vida: "Convencí a mis profesores, los que pudieron ser convencidos, de hacer una tesis 3D en lugar de hacerla filmada en celuloide", como se acostumbraba a hacer en aquella época.
Esa revolucionaria tesis -fue una de las primeras que se hizo en ese formato en el país- lo llevó a un momento crucial. "En México, en unas charlas de técnicos y artistas de efectos visuales a las que asistí como escucha, mostré mi trabajo y, días después, me llamaron desde el panel de organización para que diera una charla yo. Me quedé helado", recuerda.
Casi sin darse cuenta, con su tesis protagonizada por insectos - la cual ya era tema de conversación y elogios entre sus pares-, Mauriciohabía desarrollado un sistema de producción en 3D de bajo presupuesto. "Al terminar la charla, distintos dueños de empresas que se dedicaban a hacer efectos visuales para películas se me acercaron y cada uno me hacía una propuesta económica distinta", rememora.
A partir de ese momento, su trabajo lo llevó a residir entre México, Mendoza y Buenos Aires. En las diferentes propuestas y proyectos, el mendocino ofreció sus conocimientos en el área de MatchMove, una técnica que consiste en hacer un cálculo de óptica para recrear digitalmente el movimiento de la cámara real con la mayor precisión posible en un ámbito 3D.
"Yo no llegué solo a donde estoy. Hubo muchísima gente a la cual le agradezco enormemente, desde mi familia, amigos cercanos, colegas profesionales, que me han ayudado para que cada movimiento que haga esté sostenido, desde lo técnico, lo motivacional y lo afectivo. Es tal cual como dice el eslogan de El Eternauta: "Nadie se salva solo". "Yo no llegué solo a donde estoy. Hubo muchísima gente a la cual le agradezco enormemente, desde mi familia, amigos cercanos, colegas profesionales, que me han ayudado para que cada movimiento que haga esté sostenido, desde lo técnico, lo motivacional y lo afectivo. Es tal cual como dice el eslogan de El Eternauta: "Nadie se salva solo".
"Es un rubro más 'invisible' que además necesita que estés tranquilo, que hagas cálculos, que sepas de animar cosas. Pero es necesario porque es un puente entre lo que se filma y lo que se post-procesa", explica.
La propuesta para participar de "El Eternauta" llegó como la de cualquier otro proyecto: de parte de antiguos colegas. "En este rubro vas conociendo personas y cada vez que se arma un equipo te recomiendan y se va generando una sinergia de gente que quiere tenerte compañero porque resultó tal proyecto o porque saben que podés solucionar ciertos temas", cuenta Mauri.
Él, que ya había trabajado en otras producciones nacionales ("Granizo" y "Cromañón"), internacionales ("John Wick 4", "Luis Miguel: La Serie") y otros proyectos de Netflix, aceptó pero no sin antes ir por una copia de " El Eternauta", historieta con la que estaba familiarizado pero no había leído.
"No he sido un consumidor de historietas. Cuando me llamaron para participar en un proyecto grande estaba en Buenos Aires. Me fui a una librería que tengo a la vuelta de casa a comprar el libro para entender de qué se trata", recuerda.
No obstante, su ejemplar no solo fue destinado a conocer la valiente empresa de Salvo, Favalli, Lucas, Polsky y los supervivientes; sino que se transformó en un souvenir de su paso por el proyecto que colecciona la firma de sus compañeros. "Quiero tener un hermoso recuerdo de gente que admiro un montón", explica.
Una vez que se le puso el moño a la serie distribuida por el servicio de streaming y, el 30 de abril, ya podía verse en todas las pantallas, el celular no dejó de sonar. "Los primeros días del estreno fueron una locura", recuerda Mansilla.
"Estamos absolutamente asombrados. Cuando terminó [la post-producción] y nos empezamos a dar cuenta en lo que se está transformando, nos vamos escribiendo y comunicando porque no se sabe cuántas veces nos va a pasar esto", agrega.
Así como en El Eternauta, una historia contada a través de un grupo de amigos que se conoce desde hace décadas, la producción y el armado del proyecto estuvo marcada por amistades consolidadas en trabajos anteriores, y las que surgieron en el proceso.
Cuando las cámaras se apagan, las computadoras se encienden y comienza el trabajo de los equipos de "post-po ". Al ser áreas de trabajo muy divididas y jerarquizadas, es inusual -pero no imposible- que técnicos y especialistas se crucen con actores o el propio director de la producción audiovisual.
"A Bruno [Stagnaro] yo no lo conocía, no me había tocado trabajar para él, pero sí conocía su trayectoria", relata. En este proyecto, que "fue un sueño" para Mauricio, le tocó agregar aviones para una escena que, en pantalla, sería de muy pocos segundos.
"Le pregunté al supervisor si podría poner aeronaves de un estilo determinado. Quería saber si a Bruno le gustarían o no", recuerda.
En el grupo en el que hizo la consulta había un centenar de integrantes que conformaban distintos equipos técnicos pero, en lugar de recibir la directiva de su superior, le llegó una respuesta inesperada y mucho más directa.
"Me contestó Bruno. Me escribe como si me conociera de, no sé, la secundaria; como si hubiera sido mi vecino", expresa con entusiasmo Mauri. "No, no. Cámbiame el avión, me gustaría este. ¿Vos podés ponerlo?", fue, en concreto, el pedido del director de "Pizza, Birra, Faso", el cual el mendocino describió como un gesto de "absoluta llaneza".
"Yo me volví loco. Dije este tipo está manejando un equipo de 3.000 personas y se toma el trabajo de escribirme a mí, en particular, bajo unos términos de absoluta humanidad y de afecto para sugerirme algo. Estaba en el detalle absoluto".
"He tenido la fortuna de trabajar en muchísimas cosas y, a lo largo de estos 30 o más años, no me pasó algo [como lo de Bruno] nunca". "He tenido la fortuna de trabajar en muchísimas cosas y, a lo largo de estos 30 o más años, no me pasó algo [como lo de Bruno] nunca".
Tiempo después, cuando se dirigía a una de las tantas reuniones con su edición de "El Eternauta" bajo el brazo, Mauri comenzó a reclutar firmas para su ya invaluable recuerdo.
Al ser consultado por este medio si logró finalmente ver a Stagnaro en persona u obtener su souvenir, su respuesta fue tímida y emotiva: "Sí. Está la firma de él".