La región agrícola más importante de Sudamérica atraviesa un momento crítico por el impacto del clima extremo.
En Brasil, la sequía más intensa desde los años 50 está retrasando la siembra del maíz en estados clave como Mato Grosso y Paraná, que registran el nivel más bajo de avance desde 2011. Este segundo ciclo de maíz fundamental para las exportaciones brasileñas, enfrenta pérdidas potenciales que podrían reducir la oferta global de granos y presionar al alza los precios internacionales.
La crisis hídrica brasileña no solo golpea al agro. También limita la generación hidroeléctrica y encarece la logística interna, factores que pueden sumar costos a la producción y afectar su competitividad. Para Argentina, esta situación presenta una doble lectura: por un lado, una menor oferta brasileña podría abrir espacio para que los productores locales ganen cuota en mercados externos; por otro, el encarecimiento de insumos y la volatilidad de precios internacionales obliga a las empresas a replantear su estrategia de ventas y cobertura.
En paralelo, Argentina tampoco escapa a los efectos del clima. De acuerdo con el último informe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), que releva datos de producción agrícola a nivel global, la proyección de cosecha de soja para la campaña 2025 en Argentina se redujo en 3 millones de toneladas y la de maíz en 1 millón, debido a la sequía y al estrés térmico en varias zonas productivas. La Bolsa de Cereales local también recortó su estimación, advirtiendo que en algunas regiones las pérdidas podrían alcanzar hasta el 22 % del rendimiento esperado.
La combinación de menores volúmenes en dos de los mayores productores del mundo (Argentina y Brasil) podría derivar en un escenario de precios más altos en el corto plazo, con implicancias directas en la balanza comercial, el ingreso de divisas y el costo de los alimentos. Esto impacta tanto en grandes exportadores como en pymes agroindustriales, que deberán manejarse en un mercado más volátil y con márgenes estrechamente ligados a la evolución del clima.
En este contexto, productores y empresas del sector coinciden en que la planificación es clave: asegurar contratos con antelación, diversificar mercados y explorar herramientas de cobertura se vuelven estrategias esenciales para atravesar un año en el que el clima no solo define el volumen de cosecha, sino también el pulso de la economía regional.
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