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Argentina Ahora

Javier Milei reafirma el dólar entre bandas ¿Quién gana y quién pierde en Argentina?

El Gobierno mantiene el dólar bajo para sostener la estabilidad, pero el atraso cambiario agudiza desequilibrios y castiga a la producción nacional.

Martes, 28 de Octubre de 2025
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El ministro de Economía, Luis Caputo, había señalado antes de los comicios que se sentía cómodo con un tipo de cambio en torno a los 1.500 pesos, y el dólar Banco Nación cerró la jornada del lunes en 1.460 pesos. La decisión parece reafirmar la apuesta por un esquema que busca contener la inflación y ofrecer una sensación de estabilidad, aunque a costa de profundizar desequilibrios estructurales entre sectores productivos y financieros.

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Ganadores de corto plazo

El atraso cambiario favorece a los actores financieros y a las empresas importadoras, principales beneficiarios de un tipo de cambio estable y bajo. En el frente financiero, la operatoria conocida como carry trade, que explota la diferencia entre tasas en pesos y la evolución del dólar, sigue mostrando retornos extraordinarios. Fondos internacionales, como el dirigido por Scott Citrone (amigo y socio del Secretario del Tesoro, Scott Bessent), con activos por más de 20 mil millones de dólares, registran ganancias diarias superiores a los dos millones de dólares gracias a esa brecha.

Las importadoras también aprovechan el escenario: la baja del dólar oficial y la reducción de restricciones facilitan el ingreso de productos del exterior, incrementando márgenes sin trasladar aumentos a los precios locales. A su vez, las agencias de turismo internacional observan un repunte en la demanda de pasajes y paquetes al extranjero, impulsado por la conveniencia cambiaria. Sin embargo, estos sectores generan escaso empleo y poco valor agregado dentro del país.

El esquema también beneficia a una porción de consumidores de clase media y alta, que acceden a bienes importados más baratos o viajes al exterior a menor costo. Esa sensación de bienestar inmediato actúa como un incentivo político, reforzando el respaldo social a la continuidad de la política cambiaria, situación que parece haber sido parte del resultado electoral.

Los perdedores del atraso

En el otro extremo, la industria argentina sufre los efectos de la competencia externa. Sectores manufactureros y pequeñas empresas enfrentan crecientes dificultades para competir con productos importados. La caída del turismo interno, que registró una baja del 10,9% en las últimas vacaciones de invierno, evidencia cómo el dólar barato estimula el consumo en el exterior y erosiona las economías regionales.

El sector agroexportador también acusa impacto: la apreciación del peso reduce el valor en moneda local de sus exportaciones. Aunque el Gobierno implementó una rebaja de retenciones, los beneficios se concentraron en grandes cerealeras, que, según la consultora MateEconomía, obtuvieron una ganancia adicional de 1.540 millones de dólares, de los cuales más de la mitad se distribuyeron entre cuatro compañías líderes.

Una estabilidad ilusoria

La economista Agostina Monti Salias, especialista en Desarrollo Productivo, advierte que "el dólar barato es una ilusión de corto plazo: abarata el consumo, pero encarece la producción y debilita la capacidad de generar divisas y empleo". La economista señala que esta política, aunque mejora el poder de compra en el corto plazo, socava la competitividad externa y la sostenibilidad del crecimiento. Algo que las economías y las producciones regionales conocen de memoria.

El impacto del tipo de cambio bajo es desigual dentro de la industria. Algunos rubros con alto componente importado se benefician por menores costos, pero la caída del consumo atenúa esas ventajas. En cambio, los sectores más expuestos al comercio internacional enfrentan una pérdida directa de competitividad.

Los exportadores sufren una doble presión: el atraso cambiario y la carga impositiva. Pese a los esfuerzos por mejorar la eficiencia, las empresas encuentran cada vez más difícil mantener su presencia en los mercados externos.

El dilema del Gobierno

El resultado electoral de medio término, con un 40,78% de votos para La Libertad Avanza, otorgó al oficialismo una validación política inesperada y abrió un nuevo dilema económico: mantener el dólar bajo o recomponer reservas. Los analistas nacionales e internacionales más prudentes coinciden en que el Ejecutivo deberá equilibrar ambos objetivos.

Un dólar más bajo aliviaría los vencimientos de deuda en dólares y otorgaría ganancias contables al Banco Central, pero al mismo tiempo podría erosionar la competitividad exportadora y debilitar el proceso de acumulación de divisas. La aparente calma cambiaria no resuelve los desequilibrios estructurales de la falta de acumulación de reservas y la formación permanente de activos externos, sino que los posterga.

La ilusión del dólar barato, en definitiva, otorga aire político y financiero, pero deja un costo latente: el de una economía cada vez más dependiente del capital especulativo y menos orientada al desarrollo productivo.