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El love bombing, cuando el exceso de amor es una droga dura

De la lluvia de corazones a la desaparición en un segundo. Esta manipulación emocional está a la orden del día y cualquier desprevenido puede caer en su trampa

Lunes, 18 de Noviembre de 2024
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uso matrimonio en octubre de 2019, tres meses -lee bien, Mabel, TRES MESES- después de conocerse, durante un viaje a Punta Cana.

La propuesta fue una escena romántica que ni Corin Tellado se animó a imaginar.

El exmarido de Pampita se hizo de información acerca de lo que Pampita había soñado toda la vida, artilugio del que participaron sus amigas. Luego, coordinó la sorpresa con la gerencia del hotel.

No faltaron los carteles, los fuegos artificiales y el camino de velas, por el que ella tuvo que transitar hasta un gazebo, todo esto ambientado por la música que un violinista interpretaba en vivo.

El exmarido de Pampita le tapó los ojos y la hizo caminar entre las velas, al final del camino había un cartel, en el que se leía una súplica, o tal vez un mandato: "Casate conmigo".

No conforme con esta escenografía, el exmarido de Pampita lo hizo filmar todo, de más está decir que las imágenes se volvieron rápidamente virales.

La pareja se casó en el Palacio Sans Souci, en San Fernando, ante 130 invitados. Pampita estuvo acompañada de sus hijos y de 30 damas de honor.

Si le pasó a Pampita, cómo no te va a pasar a vos, María Martha.

Cinco años después y una hija pequeña mediante, el exmarido de Pampita había perdido el norte: ya no sabemos cómo ni por qué, pero la última escena del culebrón no tuvo ni gazebo, ni camino de velas, ni violinista, sino un camión de mudanzas azul en el que el hombre metió papeles, trajes y algún que otro calzoncillo y a llorar al campito.

De pasar del camino de velas al camión de mudanzas destartalado se trata el love bombing.

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Alerta: camino de velas

El temita del camino de velas es una señal que no conviene desatender. A mi me pasó.

Yo era descaradamente joven y estaba entusiasmadísima con el periodismo y la situación me tomó realmente por sorpresa.

Fue durante mi primer trabajo, cuando ir a cubrir notas de la inauguración del mástil de la plaza España me parecía un notón. El entusiasmo es una instancia peligrosa, porque es como tomar metanfetaminas: cualquier sensación te pega como un viaje astral.

En ese momento, tuve un jefe que me vio venir: joven, sorprendida y dispuesta a creerme cualquier cosa. Y para allá fui, con la ingenuidad a cuestas y viviendo en Imaginalandia: todo lo que se me presentaba era pasado por el cedazo de mi entusiasmo juvenil.

Era, efectivamente, presa de psicópata 100%.

No vale la pena decir qué pasó en el medio, pero un día me encontré en una situación que nunca, ni en mis sueños más infantiles me hubiera imaginado.

Yo trataba de evitar el contacto porque, repito: era mi jefe. En algún lugar de mi atribulado cerebro, me daba cuenta de que esa situación no era la ideal. Pero de repente un día estaba en una casa donde todo, absolutamente todo, estaba cubierto de velas. Como en una película. Créanme que la escena fue cinematográfica.

De más está decir la fascinación que esa persona ejerció en mi cabeza: hablaba en mi mismo idioma. Valoraba mi escritura y (yo pensaba que) creía en mi talento. Algo que nadie, nunca jamás, había visto en mi; él lo estaba viendo.

En definitiva, caí como un chorlito amigas.

Todo se extendió: hubo etapas de "ley de hielo" -no responder, no hablar, no intercambiar palabras- otras en las que volvía el bombardeo amoroso, hasta que llegó la tercera etapa, que en psicología se conoce como "el descarte".

Esta consiste en mandarte a la papelera de reciclaje definitivamente, y si no te corrés rápido, lo que sucede es que se enciende la máquina para destruir documentos y cuando pasás por ahí, quedás hecha tiritas.

Yo logré irme a tiempo, pero ya bastante malherida. Sin embargo, hermana, date cuenta: no fui la única. Conozco muchísimas mujeres, catedráticas, estudiadas, que ocupan altos puestos de decisión, a las que el love bombing las ha tomado tan desprevenidas y sin armas para defenderse como a mí en los comienzos del periodismo.

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Caperucita y el love bombing

¿Alguien se podría imaginar que cuando promedia la segunda década del siglo XXI, y cuando la edad ya no es justificación válida para creernos cualquier discurso porque estamos grandes aún exista la posibilidad de caer en un bombardeo de amor desprevenido? Pues sí, imagínenselo porque pasa.

Hace poco me contaron una historia. Persona adulta, sin ningún tipo de compromiso afectivo y con trabajo exigente. Perfectamente podría haber tomado el camino de las pantuflas los fines de semana, cuando es momento de relajarse.

Sin embargo, eso no fue lo que ocurrió: la asaltó el lobo en el camino a la casa de la abuelita.

Una relación increíble, pensada cien por ciento para ella: amor total, pedido de compromiso casi instantáneo, hasta confesión de amor sin barreras delante de la familia. Todo en tiempo récord y sin escalas.

Era el lobo a todas luces con la cofia de la abuela.

En lo que podría calcularse como tiempo récord, el príncipe consorte desapareció. Se llevó los petates, la metralleta de amor y se fue a atacar a otros territorios.

Esto de caer en las redes de un manipulador emocional -o manipuladora, ya que la perversión afectiva no tiene género- es difícil de afrontar en cualquier etapa de la vida, pero mientras más grandes somos, es más peligroso. Es como caerse de grandes: vamos directamente a la cirugía de cadera.

De todas maneras, a no desesperar: se sale. Lo que pasa es que hay que tomar decisiones drásticas, porque ya lo dije anteriormente. Es como dejar la droga: no hay medias tintas, se deja y se deja y no se vuelve a tomar más. Esto se llama contacto cero y también ha sido descripto por la psicología.

Contacto cero, el drástico antídoto para el love bombing

La única manera de salir de la manipulación emocional es el contacto cero y como con la droga, no es algo para nada agradable, por el contrario, suele ser muy tormentoso en un principio.

Salir del love bombing es como para Dr. House dejar el vicodin: un infierno.

Para salvarse, es necesario no solo escapar, sino dinamitar el camino de regreso, porque la mínima ventana abierta nos puede devolver al mismo lugar al que intentamos no retornar.

Lo mejor son las redes de contención, las amigas y amigos -sobre todo los que te dicen la verdad descarnadamente- lo mejor es bañarte cada dos minutos, bloquear redes sociales, dar de baja cualquier plan y cualquier persona que te remita a esa insana jaula de oro.

Y estar atentas, porque las personas que ejercen manipulación emocional, siempre pueden volver, excepto cuando se sienten delatadas. Cuando se sienten expuestas y su estrategia, cuya mayor ventaja es ser misteriosa y ocultaí queda evidenciada. A los manipuladores emocionales no les gusta verse en descubierto, porque generalmente operan en las sombras.

Eso sí, si has vivido una situación como las aquí expuestas, no te sientas una víctima del todo. En parte, seguramente lo has sido. Y en parte, no.

Víctimas no, complementarias si

El psiquiatra argentino Hugo Marietán, describe este tipo de relaciones como las de "psicópata y complementario (o complementaria)".

Es decir, no puede existir M sin C. Siendo M manipulador emocional y C su complementario. A lo que Marietán se refiere es que no cualquier persona cae en estas redes. Hay una serie de características que cumplimos los complementarios y que nos vuelven presas ideales para estas personas que necesitan ejercer el control de los sentimientos para manipular las acciones de un otro u otra.

Algunas de estas son la baja autoestima, que nos lleva a creer que nadie nos va a ver como el manipulador nos vio, la dependencia emocional, que nos empuja a sentir que sin esa persona no podremos vivir y que nadie podría nunca ocupar su lugar, y la sensación de no creer en nosotros y nosotras mismas: la inseguridad acerca de que con nuestra única mirada basta y sobra y que nadie tiene que validar lo que somos.

El problema de las y los complementarios es que generalmente no sabemos lo que somos y necesitamos que otro u otra venga y nos lo diga. Y si este otro u otra viene con explosiones de amor, creemos que hemos visto el mismísimo rostro del dios vivo.

De lo que sí hemos sido y algunas personas aún son víctimas es del amor romántico. Gran droga. Impulsada por un merchandising milenario, desde tiempos inmemoriales, hemos crecido creyendo que en pos del amor se puede hacer casi cualquier cosa.

Hay que bajar las expectativas. El amor a veces es solamente traerte un mate cuando te estás por quedar dormida arriba de una pila de trabajo por terminar. O reírse de los mismos memes. Después de dar muchas vueltas sobre el asunto, creo que el amor es básicamente empatía. Pero eso lo dejamos para otro día. Por ahora, con que nos arranquemos los corazones de los ojos, basta y sobra.