Aunque el exceso de peso y la falta de movimiento son factores de riesgo conocidos, la evidencia científica sugiere que no tienen el mismo impacto en la longevidad. Estudios recientes muestran que la actividad física puede marcar una diferencia mayor que la balanza.
En el debate sobre qué acorta más la vida -la obesidad o el sedentarismo- la ciencia tiene una respuesta cada vez más clara: el movimiento importa más que el peso. Una persona con New England Journal of Medicine en 1986, que siguió a 17.000 exalumnos de Harvard. La conclusión fue contundente: hacer ejercicio con regularidad puede reducir la mortalidad hasta en un tercio y sumar entre uno y dos años de vida al llegar a los 80.
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Más recientemente, un trabajo con más de 1,3 millones de hombres en Suecia, publicado en 2017, examinó la relación entre obesidad, capacidad aeróbica y fuerza muscular. Los resultados mostraron que la baja aptitud física y la obesidad aumentaban de manera independiente el riesgo de insuficiencia cardíaca, pero que la combinación de poca resistencia aeróbica y poca fuerza duplicaba ese riesgo, incluso entre personas con un peso normal.
Esto sugiere que no se trata solo del índice de masa corporal (IMC), sino de la condición física integral.
Para el doctor Camilo Silva, endocrinólogo del Área de Obesidad de la Clínica Universidad de Navarra, el tema es complejo: "La dieta, la genética, las enfermedades, los tratamientos, el estilo de vida. Todo influye". En otras palabras, la ecuación de la