La transformación digital dejó de ser una opción para convertirse en una necesidad urgente. En un escenario económico desafiante y altamente competitivo, adoptar pagos electrónicos ya no es simplemente una ventaja: es lo que permite que muchas pymes sigan existiendo. Un estudio reciente de Mastercard, realizado entre más de 2.100 pequeñas y medianas empresas en 14 países de América Latina, incluida Argentina, lo resume con una frase contundente: "Siete de cada diez pymes aseguran que no podrían seguir funcionando si no pudieran aceptar pagos digitales".
Y no es para menos. En tiempos donde el efectivo es cada vez menos utilizado y la experiencia del cliente se volvió un valor diferencial, los medios de pago digitales permiten vender más, organizar mejor la contabilidad, acceder a créditos, operar con mayor agilidad y seguridad, y conectar con nuevas generaciones de consumidores. El 85?% de las pymes encuestadas afirmó que digitalizar sus cobros impulsó directamente el crecimiento del negocio. Además, el 86?% mejoró la experiencia del cliente, el 78?% accedió con más facilidad a financiamiento y el 83?% optimizó su análisis de datos. En Argentina, seis de cada diez empresas ya no podrían operar sin estas herramientas.
Desde billeteras virtuales hasta links de pago, códigos QR y terminales móviles, las opciones se multiplican. Muchas pymes las utilizan no solo para cobrar, sino también para pagar a proveedores, generando una cadena comercial más eficiente. Incluso el Banco Central ha incentivado esta transformación con herramientas como el DEBIN o las transferencias inmediatas con CVU. Todo parece indicar que digitalizarse es avanzar, profesionalizarse, ganar competitividad y prepararse para el futuro. Pero, al mismo tiempo, esta tendencia creciente trae consigo una realidad ineludible: los riesgos también aumentan.
Así como se multiplicaron los beneficios, también lo hicieron las estafas, fraudes y errores que pueden comprometer gravemente a un negocio. Hoy se registran con más frecuencia casos de duplicación de tarjetas, consumos no autorizados, clonación de terminales, robo de datos de clientes o links falsos de cobro que suplantan plataformas reales. Y lo más grave es que, en muchas ocasiones, quien resulta más perjudicado es el propio comercio. Cuando un cliente denuncia una compra fraudulenta, el banco suele reintegrarle el dinero y recuperar los fondos, pero el negocio no solo pierde esa venta, sino también el producto entregado, sin posibilidad de recuperarlo. Es decir, el daño económico recae casi por completo sobre el emprendedor, que muchas veces no tiene cómo defenderse frente a estas situaciones.
La digitalización no es el problema, pero sí lo es avanzar sin cuidado. Trabajar con plataformas seguras, capacitar al personal, mantener los sistemas actualizados, activar la autenticación en dos pasos y revisar regularmente los movimientos de cuenta son acciones esenciales para no poner en riesgo todo lo que se construyó.
Modernizarnos también implica entender que no todo es perfecto. Adoptar pagos electrónicos es dar un paso hacia adelante, pero hacerlo con conciencia es lo que marca la diferencia. La tecnología es una aliada poderosa, pero como toda herramienta, depende de cómo se la utilice. Elegir avanzar también implica elegir cuidarse. Porque crecer en el mundo digital no se trata solo de sumar ventas, sino también de proteger la confianza que los clientes depositan en nosotros todos los días -y también, cuidar el esfuerzo, el stock y los ingresos que tanto cuesta construir desde un emprendimiento.
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